Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
—¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
—¿Por qué lo llamas desgracia? —respondió el padre—, veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
—¡Padre, qué suerte! —exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo ha traído otro caballo.
—¿Por qué lo llamas suerte? —repuso el padre—, veamos qué nos trae el tiempo...
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al nuevo jinete, lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
—¡Padre, qué desgracia! —exclamó ahora el muchacho—. ¡Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su sabiduría, sentenció:
—¿Por qué lo llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo…
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven
con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron camino.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno...
La moraleja de este antiguo consejo chino es que "la vida da tantas vueltas, y es tan incierto su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno malo...."
Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, porque todo sucede con un propósito. Nada es casualidad o eso parece.
Adpatado por Manel Aljama (octubre 2010)
Fotografía de la diosa Fortuna, fuente Internet