Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
-¿Qué haces Guno, tú, ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...Entonces, el ciego le responde:
-¡Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí!
Tenemos en el alma el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer... ¡Está en nosotros saber usarla!.
pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas,
¡ es un placer
indescriptible!
Enviado por Montserrat Llagostera
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