Un anciano al morir dejó en herencia a sus tres hijos toda su fortuna que no era más que un rebaño de diecinueve caballos. Pero antes había establecido una regla para el reparto entre los hermanos. Dispuso que el primer hijo recibiría la mitad, el segundo hijo recibiría la cuarta parte y el tercer hijo, debería recibir la quinta parte de herencia. Los hermanos discutieron bastante rato sin coseguir un reparto justo. El más jóven y atrevido propuso que se buscase el concurso de la druida sabia que vivia en un poblado vecino. La hicieron traer y, la sabia mujer acudió a lomos de su caballo. Le explicaron el deseo del padre fallecido y le plantearon la pregunta:
La mujer pidió que formasen una fila con los caballos. Juntó el suyo al grupo de forma que el conjunto sumó veinte. Entonces habló:
—Para el primogénito, la mitad, que son diez. Para el segundo, la cuarta parte de veinte, que son cinco. Y para el benjamín, la quinta parte de veinte que son cuatro. Si sumáis 10+5+4 hacen 19 caballos que os dejó vuestro padre en herencia.
Los hermanos quedaron agredecidos y organizaron un banquete en su honor. Acabado el banquete, la sabia mujer montó su caballo y marchó.
La mujer pidió que formasen una fila con los caballos. Juntó el suyo al grupo de forma que el conjunto sumó veinte. Entonces habló:
—Para el primogénito, la mitad, que son diez. Para el segundo, la cuarta parte de veinte, que son cinco. Y para el benjamín, la quinta parte de veinte que son cuatro. Si sumáis 10+5+4 hacen 19 caballos que os dejó vuestro padre en herencia.
Los hermanos quedaron agredecidos y organizaron un banquete en su honor. Acabado el banquete, la sabia mujer montó su caballo y marchó.
© adaptación de la leyenda, Manel Aljama (maljama), noviembre de 2008
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